Artículos de Interés | /09/05/24

Homenaje al Dr. Mario Sepúlveda

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A propósito de la triste partida del Dr. Mario Sepúlveda (Médico cirujano, Psiquiatra Infanto-Juvenil, fundador de SOPNIA, maestro de generaciones y premio Ricardo Olea 2013), nuestra socia, la doctora  M. Alicia Espinoza Abarzúa, redactó el presente homenaje a quien fuera maestro de la Psiquiatría chilena en 1997 y ejerciera una destacada labor docente por más de 50 años.

 

HOMENAJE AL DR MARIO SEPULVEDA GONZALEZ   

El día 28 de Julio, terminó una etapa de nuestras vidas. Todos los que lo conocimos fuimos marcados de una u otra manera por su profunda capacidad de reflexión, de asociar diversas fuentes de realidades y desentrañar procesos de desarrollo humano. El fallecimiento del Dr. Mario Sepúlveda González sorprendió a todos los que pensábamos que era eterno.

Muchos de mi generación lo  conocimos en el Hospital Félix Bulnes donde fue Jefe de Servicio desde 1990. Junto a un pequeño grupo de cuatro  médicos en formación, comenzó en el 5° piso del Hospital Félix Bulnes, la Unidad de Psiquiatría de Niños y Adolescentes, que trabajaba de modo muy cercano al grupo de  Neurología Infantil. Luego llegaron médicos  Psiquiatras de adultos y el Servicio de Psiquiatría  se completaba con esos dos equipos,  el de Infanto-adolescente y el de Adultos.

El  Hospital Félix Bulnes se convirtió  en centro de interés para los que querían formarse en la especialidad  y certificarse a través de CONACEM. Muchas generaciones de Psiquiatras de Niños y Adolescentes se formaron con él como principal referente, en el Hospital Félix Bulnes Cerda. Luego a partir de 2009 y por varios años  fue docente de la Universidad Católica del Norte, recibiendo generosamente en el mismo Hospital  a residentes de primer año de esa universidad y formando parte de un grupo importante de docentes de las ciudades de La Serena y Coquimbo.  Desde 2011, comenzó  también a liderar la formación de  residentes de la Universidad de Santiago de Chile, USACH,  en el HFBC. Su deseo de  acoger a niños,  adolescentes y jóvenes y mejorar sus destinos vulnerables y vulnerados  fue incansable, así también lo fue su deseo de promover el conocimiento de la Psiquiatría del Desarrollo en una  entrega permanente a la salud pública.  Sus discípulos y gestores de nuevos grupos de trabajo en Psiquiatría  Infanto-adolescente  han migrado a lo largo de todo Chile, compartiendo y desarrollando los  conocimientos adquiridos  junto al  querido  “profe”.

De su vida profesional se puede decir que fue un líder y gestor  innato, fundador de espacios de pensamiento y de trabajo en equipo,  en torno a la Psiquiatría y Salud Mental. Fue fundador del Servicio de Psiquiatría del Hospital San Juan de Dios, Jefe de Servicio de Psiquiatría Infanto-adolescente del Hospital Roberto del Río , Fundador y Jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Félix Bulnes Cerda, Organizador del Centro de Investigaciones del Desarrollo Infantil del Servicio de Neurología del Hospital Clínico de la U. de Chile , miembro fundador de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y adolescencia ( SOPNIA ) , Presidente de SONEPSYN  y participante de múltiples presentaciones en congresos , mesas redondas de  jornadas  clínicas  y en instancias docentes tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica.

Siendo profesor titular de Psiquiatría de Niños y Adolescentes de la Facultad de Medicina  de  la Universidad de Chile, entusiasmaba a los alumnos de Pregrado  en la comprensión de la Psicopatología de Niños y Adolescentes, los que  admirados por la complejidad de la misma,  callaban en profundo respeto en sus clases. No fue tan distinto para los que  ya graduados  de médico  comenzaban el camino  hacia la especialización o para los ya psiquiatras de niños y adolescentes que comenzábamos a conocerlo y a atesorar su modo de comprender el desarrollo humano.

En 1997 fue reconocido a nivel nacional como Maestro de la Psiquiatría Chilena.  Mismo reconocimiento que recibió el Dr.  Armando Roa en 1994 y de quien el Dr. Sepúlveda  fue ayudante en su catedra.

Este honor, el nombramiento de maestro de la Psiquiatría chilena,  lo  recibió  con sencillez  y  lo compartió con sus familiares, amigos y por supuesto con nosotros sus discípulos que , como ávidos aprendices constatábamos día a día que estábamos frente a una gran persona , no solo por sus  conocimientos y  extraordinaria capacidad de integrarlos,  sino también por ser  un hombre íntegro, valiente, honesto y profundamente respetuoso de los derechos de los otros.

Su cercanía  afectiva  la percibíamos  claramente aun cuando su actitud fuese de hombre serio y profundo.

En 2012 recibió  durante el Congreso de SOPNIA, el premio Olea, por su destacada trayectoria. Este nuevo reconocimiento de sus pares lo recibió con emoción y  con la mesura que lo caracterizaba.

Estas justas distinciones mucho contrastaron  con aquellas situaciones en que,  en otro complejo momento de Chile, fue apartado o no considerado por su pensamiento social.

Cada mañana, por casi 30 años, llegaba temprano a nuestro  hospital, junto a algún colega que lo pasaba a buscar a su  casa y con quien conversaba amenamente de la cotidianeidad y preguntaba  interesado por aspectos personales de cada cual. Conocía los nombres y particularidades de los hijos y familiares de cada uno de nosotros.  Como un buen maestro, acogía, celebraba,  recomendaba y apoyaba a los que trabajábamos con él.

Con generosidad,  nos recibía en su casa, con largas conversaciones y discusión de temas o bien en reuniones para compartir y celebrar. Su Señora, la querida Sra Carmen Donato, nos acogía   con afecto y tolerancia, lo mismo que hicieron sus hijos, luego de la partida de la sra.  Carmen.

De vez en cuando nos contaba   acerca de su vida, de cómo  desde su infancia, movido por la curiosidad,  se preocupaba por el sentido de las cosas. Con  un alto sentido de superación y a pesar de cualquier aprensión normal de niño que transita a la adolescencia, viajaba solo desde  su casa en Mininco hasta la ciudad de Concepción para ir al internado del liceo de hombres de esa ciudad , donde hizo grandes amigos  , algunos de los cuales  lo acompañaron también en la carrera de Medicina en  Concepción.

Nos contó que luego de recibirse de médico  viajó a Santiago a especializarse.  Quiso conocer  el mundo de los niños, niñas y  de los adolescentes y como gran estudioso,  comenzó dedicándose a la Pediatría, luego a la Neurología y finalmente a la Psiquiatría. La Neuropsiquiatría  Infantoadolescente fue su gran pasión. Decidió irse a Alemania a capacitarse aún más. Nos contaba que estando allá, sus colegas le preguntaron a qué se quería dedicar, qué quería aprender. El les contestó que quería   conocer cómo es que ellos pensaban, como es que aprehendían el desarrollo del niño y cómo comprendían la psicopatología que pudiese manifestarse en ellos. Nació  así su interés por la epistemología genética  y su visión constructivista del desarrollo abordada a través del método fenomenológico.

Su vida familiar también la compartió con nosotros, hablaba con afecto  de su señora, de sus hijos,  de sus padres y hermanos. Especialmente se refería a su madre,  mujer inteligente y cariñosa quien había vivido hasta sus 104 años y a su esposa, con quien compartió toda una vida.

En permanente estudio y reflexión, pasaba largas horas  en silencio revisando libros y publicaciones.

Cada vez que alguien le planteaba algún dilema clínico o duda diagnóstica, él fundamentaba con la  claridad y prudencia de los sabios maestros, dando ejemplos, explicando experiencias  y citando autores. Que placer era escucharlo.

Dejó de concurrir diariamente al HFBC en marzo de 2019,  a sus 95 años, algo cansado pero  en plena lucidez y vigencia. Continuó  sin embargo participando de grupos de estudio, reuniones  clínicas  y apoyando a los colegas que así lo requirieran. La pandemia lo dejo en casa, pero luego, al término de ésta, celebró con sus más cercanos sus 99 y 100 años.

Aun en 2024,  cuidado por sus hijos, se alegraba de las visitas  de sus familiares y colegas. Con  un andar cansino y lenguaje más pausado, con la dignidad de un hombre tranquilo, disfrutaba del recuerdo de lo aprendido y realizado, en la profunda convicción que el sentido de su vida se había desarrollado felizmente y que se acercaba el momento de  partir a lo desconocido, “a la nada”,  que no es nada decía, sino la constatación de un sentido de vida ya cumplido  que deja una huella  en los otros. Sin duda el Dr.  Sepúlveda  deja una huella imperecedera en los que los que lo conocimos y   lo recordaremos siempre.

Gracias por  todo y por tanto querido Dr. Mario Sepúlveda.  Su legado nos impulsa y nos motiva a  dar lo mejor de nosotros. Hasta siempre .