Homenaje al Dr. Mario Sepúlveda
A propósito de la triste partida del Dr. Mario Sepúlveda (Médico cirujano, Psiquiatra Infanto-Juvenil, fundador de SOPNIA, maestro de generaciones y premio Ricardo Olea 2013), nuestra socia, la doctora M. Alicia Espinoza Abarzúa, redactó el presente homenaje a quien fuera maestro de la Psiquiatría chilena en 1997 y ejerciera una destacada labor docente por más de 50 años.
HOMENAJE AL DR MARIO SEPULVEDA GONZALEZ
El día 28 de Julio, terminó una etapa de nuestras vidas. Todos los que lo conocimos fuimos marcados de una u otra manera por su profunda capacidad de reflexión, de asociar diversas fuentes de realidades y desentrañar procesos de desarrollo humano. El fallecimiento del Dr. Mario Sepúlveda González sorprendió a todos los que pensábamos que era eterno.
Muchos de mi generación lo conocimos en el Hospital Félix Bulnes donde fue Jefe de Servicio desde 1990. Junto a un pequeño grupo de cuatro médicos en formación, comenzó en el 5° piso del Hospital Félix Bulnes, la Unidad de Psiquiatría de Niños y Adolescentes, que trabajaba de modo muy cercano al grupo de Neurología Infantil. Luego llegaron médicos Psiquiatras de adultos y el Servicio de Psiquiatría se completaba con esos dos equipos, el de Infanto-adolescente y el de Adultos.
El Hospital Félix Bulnes se convirtió en centro de interés para los que querían formarse en la especialidad y certificarse a través de CONACEM. Muchas generaciones de Psiquiatras de Niños y Adolescentes se formaron con él como principal referente, en el Hospital Félix Bulnes Cerda. Luego a partir de 2009 y por varios años fue docente de la Universidad Católica del Norte, recibiendo generosamente en el mismo Hospital a residentes de primer año de esa universidad y formando parte de un grupo importante de docentes de las ciudades de La Serena y Coquimbo. Desde 2011, comenzó también a liderar la formación de residentes de la Universidad de Santiago de Chile, USACH, en el HFBC. Su deseo de acoger a niños, adolescentes y jóvenes y mejorar sus destinos vulnerables y vulnerados fue incansable, así también lo fue su deseo de promover el conocimiento de la Psiquiatría del Desarrollo en una entrega permanente a la salud pública. Sus discípulos y gestores de nuevos grupos de trabajo en Psiquiatría Infanto-adolescente han migrado a lo largo de todo Chile, compartiendo y desarrollando los conocimientos adquiridos junto al querido “profe”.
De su vida profesional se puede decir que fue un líder y gestor innato, fundador de espacios de pensamiento y de trabajo en equipo, en torno a la Psiquiatría y Salud Mental. Fue fundador del Servicio de Psiquiatría del Hospital San Juan de Dios, Jefe de Servicio de Psiquiatría Infanto-adolescente del Hospital Roberto del Río , Fundador y Jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Félix Bulnes Cerda, Organizador del Centro de Investigaciones del Desarrollo Infantil del Servicio de Neurología del Hospital Clínico de la U. de Chile , miembro fundador de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y adolescencia ( SOPNIA ) , Presidente de SONEPSYN y participante de múltiples presentaciones en congresos , mesas redondas de jornadas clínicas y en instancias docentes tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica.
Siendo profesor titular de Psiquiatría de Niños y Adolescentes de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, entusiasmaba a los alumnos de Pregrado en la comprensión de la Psicopatología de Niños y Adolescentes, los que admirados por la complejidad de la misma, callaban en profundo respeto en sus clases. No fue tan distinto para los que ya graduados de médico comenzaban el camino hacia la especialización o para los ya psiquiatras de niños y adolescentes que comenzábamos a conocerlo y a atesorar su modo de comprender el desarrollo humano.
En 1997 fue reconocido a nivel nacional como Maestro de la Psiquiatría Chilena. Mismo reconocimiento que recibió el Dr. Armando Roa en 1994 y de quien el Dr. Sepúlveda fue ayudante en su catedra.
Este honor, el nombramiento de maestro de la Psiquiatría chilena, lo recibió con sencillez y lo compartió con sus familiares, amigos y por supuesto con nosotros sus discípulos que , como ávidos aprendices constatábamos día a día que estábamos frente a una gran persona , no solo por sus conocimientos y extraordinaria capacidad de integrarlos, sino también por ser un hombre íntegro, valiente, honesto y profundamente respetuoso de los derechos de los otros.
Su cercanía afectiva la percibíamos claramente aun cuando su actitud fuese de hombre serio y profundo.
En 2012 recibió durante el Congreso de SOPNIA, el premio Olea, por su destacada trayectoria. Este nuevo reconocimiento de sus pares lo recibió con emoción y con la mesura que lo caracterizaba.
Estas justas distinciones mucho contrastaron con aquellas situaciones en que, en otro complejo momento de Chile, fue apartado o no considerado por su pensamiento social.
Cada mañana, por casi 30 años, llegaba temprano a nuestro hospital, junto a algún colega que lo pasaba a buscar a su casa y con quien conversaba amenamente de la cotidianeidad y preguntaba interesado por aspectos personales de cada cual. Conocía los nombres y particularidades de los hijos y familiares de cada uno de nosotros. Como un buen maestro, acogía, celebraba, recomendaba y apoyaba a los que trabajábamos con él.
Con generosidad, nos recibía en su casa, con largas conversaciones y discusión de temas o bien en reuniones para compartir y celebrar. Su Señora, la querida Sra Carmen Donato, nos acogía con afecto y tolerancia, lo mismo que hicieron sus hijos, luego de la partida de la sra. Carmen.
De vez en cuando nos contaba acerca de su vida, de cómo desde su infancia, movido por la curiosidad, se preocupaba por el sentido de las cosas. Con un alto sentido de superación y a pesar de cualquier aprensión normal de niño que transita a la adolescencia, viajaba solo desde su casa en Mininco hasta la ciudad de Concepción para ir al internado del liceo de hombres de esa ciudad , donde hizo grandes amigos , algunos de los cuales lo acompañaron también en la carrera de Medicina en Concepción.
Nos contó que luego de recibirse de médico viajó a Santiago a especializarse. Quiso conocer el mundo de los niños, niñas y de los adolescentes y como gran estudioso, comenzó dedicándose a la Pediatría, luego a la Neurología y finalmente a la Psiquiatría. La Neuropsiquiatría Infantoadolescente fue su gran pasión. Decidió irse a Alemania a capacitarse aún más. Nos contaba que estando allá, sus colegas le preguntaron a qué se quería dedicar, qué quería aprender. El les contestó que quería conocer cómo es que ellos pensaban, como es que aprehendían el desarrollo del niño y cómo comprendían la psicopatología que pudiese manifestarse en ellos. Nació así su interés por la epistemología genética y su visión constructivista del desarrollo abordada a través del método fenomenológico.
Su vida familiar también la compartió con nosotros, hablaba con afecto de su señora, de sus hijos, de sus padres y hermanos. Especialmente se refería a su madre, mujer inteligente y cariñosa quien había vivido hasta sus 104 años y a su esposa, con quien compartió toda una vida.
En permanente estudio y reflexión, pasaba largas horas en silencio revisando libros y publicaciones.
Cada vez que alguien le planteaba algún dilema clínico o duda diagnóstica, él fundamentaba con la claridad y prudencia de los sabios maestros, dando ejemplos, explicando experiencias y citando autores. Que placer era escucharlo.
Dejó de concurrir diariamente al HFBC en marzo de 2019, a sus 95 años, algo cansado pero en plena lucidez y vigencia. Continuó sin embargo participando de grupos de estudio, reuniones clínicas y apoyando a los colegas que así lo requirieran. La pandemia lo dejo en casa, pero luego, al término de ésta, celebró con sus más cercanos sus 99 y 100 años.
Aun en 2024, cuidado por sus hijos, se alegraba de las visitas de sus familiares y colegas. Con un andar cansino y lenguaje más pausado, con la dignidad de un hombre tranquilo, disfrutaba del recuerdo de lo aprendido y realizado, en la profunda convicción que el sentido de su vida se había desarrollado felizmente y que se acercaba el momento de partir a lo desconocido, “a la nada”, que no es nada decía, sino la constatación de un sentido de vida ya cumplido que deja una huella en los otros. Sin duda el Dr. Sepúlveda deja una huella imperecedera en los que los que lo conocimos y lo recordaremos siempre.
Gracias por todo y por tanto querido Dr. Mario Sepúlveda. Su legado nos impulsa y nos motiva a dar lo mejor de nosotros. Hasta siempre .