Los sentimientos naturales ligados a la maternidad suelen ser intensos. Los deseos de protección y la necesidad de apego
hacen su pronta aparición después del nacimiento. Se puede ver a las madres cuando se han recuperado del agotador trabajo del
parto en un particular estado de gracia, que se extiende por varios días.
Pero hay un grupo de madres que comienza a presentar emociones que no son apropiadas a la situación y que van en contra de
los sentimientos de protección y apego. Estas emociones van desde una mesurada aflicción hasta un severo cuadro depresivo, a
raíz de lo cual estas mujeres se acongojan con facilidad con las tareas de la crianza y hasta incluso experimentan diversos
grados de rechazo por el recién nacido. Son aquellas madres en las cuales aparece un cuadro que se denomina depresión
posparto, que se presenta con mayor frecuencia de lo que se supone y que perturba significativamente el vínculo madre-hijo.
Este cuadro clínico exhibe algunas interesantes particularidades. Entre otras, que afecta principalmente a las madres
alrededor de las 12 semanas después del nacimiento, y que parece determinar un retardo en el desarrollo sicomotor del niño
pasado el noveno mes de vida.
Un grupo de investigadores en Edimburgo desarrolló una escala para medir la intensidad de estos cuadros. Con esta escala se
puede categorizar la severidad de la depresión posparto desde una ligera baja del ánimo hasta una bien establecida depresión
mayor. En el Hospital Clínico de la Universidad de Chile se hizo una investigación hace unos años evaluando con esta escala a
todas las madres egresadas de la maternidad de dos hospitales de Santiago. En esta investigación se pudo constatar que hasta
un 25% de las madres presenta síntomas depresivos ya al tercer día del puerperio, y que a las 12 semanas del nacimiento el
porcentaje de madres que presentan depresión mayor alcanza hasta casi la mitad de las evaluadas, una tasa que es
sorprendentemente alta y que supera todas las expectativas.
Una serie de factores parece estar vinculado a la aparición de la depresión posparto. Entre los más determinantes están la
soledad de una madre soltera, la disfuncionalidad de la pareja y el hecho de que el hijo no haya sido deseado. Por otra
parte, las madres que presentan los cuadros más severos tienen un alto riesgo de hacer en el largo plazo desórdenes del
ánimo, como depresiones recurrentes o trastorno bipolar. Estos hechos muestran que la depresión posparto parece ser un cuadro
para cuya aparición concurren factores tanto sociológicos como biológicos.
En la mayoría de los casos la depresión posparto tiende a pasar inadvertida. La madre no sabe qué hacer con sentimientos tan
extraños y paradójicos, y experimenta culpa por ellos, de manera que los guarda en la intimidad por pudor o por vergüenza.
Muchas piensan que se trata de “mañas” o es su entorno cercano el que la hace sentir de esta manera. En un alto porcentaje el
cuadro desaparece espontáneamente con el tiempo, pero puede dejar una huella tanto en el vínculo con el hijo como en el
desarrollo sicomotor de éste. Además del sufrimiento que supone, estas son buenas razones para comentar el tema con el
médico, ya que es una patología que tiene pronta solución con los tratamientos disponibles en la actualidad.
Por eso, si una persona cercana o usted mismo tras el nacimiento de un hijo experimenta pronta o tardíamente sentimientos de
tristeza o de rechazo hacia el niño, es vital tener claro que no se trata de conflictos personales no resueltos o caprichos,
como pueden ser interpretados por otros. Se trata de una patología que tiene tratamiento, y que en la confianza del vínculo
con el médico se puede conversar y resolver.
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